El doctor Rafael López, presidente de la Fundación ECO y jefe del Servicio de Oncología Médica del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS), lidera el Grupo de Oncología Médica Traslacional del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela, así como varios proyectos nacionales e internacionales centrados en ampliar el conocimiento sobre la diseminación tumoral. Ha dedicado parte de su investigación a estudiar la biopsia líquida.
—Lo han descrito como uno de los doctores gallegos que más sabe sobre el cáncer. En ese conocimiento tendrá mucho que ver el tiempo de carrera. ¿Qué se sabe hoy que era impensable hace 20 años?
—Muchas cosas. A principios de siglo ya se empezaban a adivinar algunas. Sabíamos que el cáncer no era bueno, era evidente. Pero pensábamos que eran células muy malas, que todas eran iguales y que tenían una forma de crecer más o menos constante, aunque había diferentes modelos. Muchas veces utilizo la guerra para explicar cómo creíamos que era. El cáncer era como los ejércitos de los romanos, que venían uniformados, todos iguales y arrasando todo lo que cogían. En cambio, ahora sabemos que todas las células son diferentes y que aun por encima, se alinean con otras del propio organismo. Es decir, que ya no es una sola célula maligna, sino varias, que además se ponen de acuerdo con otras buenas, a las que podemos llamar traidoras, si se me permite la licencia. También sabemos que el cáncer cambia y evoluciona, generalmente, para mal. Pero dentro de una misma zona, unas involucionan y otras avanzan debido a los tratamientos. Es algo muy dinámico, complejo y diverso.
—Según la Asociación Española contra el Cáncer, el 24 % de los nuevos diagnósticos en España son tumores poco frecuentes. Siempre se insiste en la necesidad de dar más recursos a la investigación. ¿En qué punto estamos en la carrera del tratamiento?
—En términos globales, el cáncer localizado tiene unas altas tasas de curación con cirugía, fundamentalmente, y después con quimioterapia y radioterapia. Cuando está un poco más avanzado, esta tasa disminuye. La buena noticia es que estamos avanzando mucho con los nuevos tratamientos sistémicos, como la terapia dirigida y la medicina de precisión. Es decir, en ese subgrupo de pacientes en estadios avanzados se están dando pasos hacia adelante y nuestra esperanza es que en los próximos años demos mucho más, de tal forma que se espera que el porcentaje de curaciones llegue, globalmente, al 70 %.
—¿Qué peso tiene la herencia familiar?
—Pequeño. Entre un 5 y un 10 % tienen que ver con la herencia. Lo que ocurre es que al ser una enfermedad tan frecuente, lo habitual es que haya agrupaciones de los casos, y el gancho de herencia familiar parece atraer mucho, cuando en realidad su impacto es poco.
—Si la genética y el estilo de vida no tiene tanto impacto en el número total de casos como se piensa, ¿a qué se deben la mayoría de tumores?
—En personas menores de 70 años, el cáncer es la enfermedad más frecuente y que más muertes causa. La gran mayoría de tumores se deben a lo que nosotros llamamos fallos en la replicación. Las células de nuestro organismo se están reproduciendo continuamente, y como ocurre en la cadena de montaje de una fábrica, algunos de los lotes pueden salir defectuosos. Incluso pueden llegar a parar la producción. Pues en nuestro cuerpo sucede algo parecido. Hay que pensar que las células se están reproduciendo a niveles de millones por día.

—Según el último informe anual de Indicadores de acceso a terapias innovadoras en Europa (W.A.I.T. Indicator), los pacientes españoles esperan de media 517 días para acceder a terapias innovadoras.
—Sí, es muchísimo. También es cierto que el informe, si bien es oficial, habría que matizarlo porque hay algunas terapias a las que se accede más rápido que a otras en función de los territorios. Con todo, pienso que la foto es válida. Hay que pensar que Alemania o Suiza lo tienen al día siguiente de que se apruebe. O Estados Unidos que, generalmente, consigue el acceso entre seis y doce meses antes que el primero que llega a Europa. Pero esto es un problema a nivel europeo y, de hecho, ha sido el motivo de la preocupación plasmado en el Plan Europeo del Cáncer y de la Estrategia Europea del Medicamento, que van a intentar reducir y acelerar el proceso para igualarnos con los estadounidenses. No puede ser que haya estas diferencias entre países.
—Usted se centra en la investigación de la biopsia líquida. ¿De qué trata?
—Son una serie de técnicas muy complejas y distintas para obtener información del tumor y de sus características a través de un líquido corporal, generalmente en sangre, pero pueden ser de la orina o de otro tipo de fluido.
—¿Qué les permite?
—Obtener un pronóstico, pero sobre todo, poner un tratamiento más adecuado. En palabras normales, sería espiar al tumor para sacar su información a través de la sangre, por ejemplo.
—Desde la comunidad médica siempre insisten en que la palabra cáncer ya no tiene el mismo significado que antes. En cambio, da la sensación de que los pacientes la relacionan inmediatamente con la muerte, como sucedía hace años. Parece que la visión respecto a la enfermedad, aun cuando se entiende que es grave, no es la misma.
—Tal cual. Lo has abordado perfectamente. Aunque para nosotros, la imagen que tenía antes, esa asociación con un peor pronóstico, está presente en algunos casos, especialmente, cuando el tumor está avanzado. Aquí, el porcentaje de éxitos es relativamente pequeño, por desgracia. Pero sí, como dices, la percepción está cambiando y yo creo que todavía tiene que hacerlo más. Es un reto que tenemos desde todas las escalas para que la población se empodere lo suficiente y se pongan los medios necesarios para investigar e invertir en el cáncer lo máximo posible. La diferencia en cuanto a la supervivencia en cáncer es muy abismal entre el que más y menos tiene. Pone los pelos de punta.
Rafael López es jefe del Servicio de Oncología Médica del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS)